Las obras de arte de Nonia nos proporcionan un interrogante enigmático. ¿Es pintora, diseñadora gráfica o, simplemente, es una dibujante muy sensible, que tiene la capacidad de expresar los movimientos del aire, el color del viento, los deseos de líquidos que fluyen y sueños como el éter expandiéndose hacia la poesía del cosmos?
Si pudiéramos meternos en estos espirales de azules fríos, verdes esmeralda y lapislázuli, colores religiosos que interpretan los secretos de amantes a través de las figuras abstractas que contienen sus obras cautivadoras, quizás nunca podríamos salir de ellas.
Su manera de capturar el asombro del espacio, lleno de metáforas dramáticas empapadas en un significado sensitivo. La luna obsesionada con el océano, el carmesí y la amatista impregnados de pasión como la flor sensual de una mujer, abriendo sus pétalos carnales, revelando su deseo con tonos del amanecer, colores cálidos y profundos al hombre a quien ama.
Interpretaciones de formas que llevan el ojo hacia un horizonte lleno de misterio vivo y problemas geométricos Euclidianos sin resolver. Escenas de ensueño donde se percibe la inmortalidad del tiempo como una rueda que no deja de girar. Formas únicas, colocadas de manera perfecta en un cosmos caótico, controlable solamente por un equilibrio óptico riguroso. Sus movimientos kinéticos emanan vibración, una música visual exquisita. Esculturas vívidas esculpidas quizás por los dedos de una diosa. Sus obras tienen un efecto eufórico y abrumador de oxígeno puro, fluyen sobre nuestras retinas y envuelven nuestros cerebros en una éxtasis espasmódica de placer.
Obras maestras de energías tangibles que existen en una dimensión en la que se extienden más allá de lo imaginable.
Nonia está dotada de un talento para plasmar las expresiones más sensibles a través de imágenes. Su habilidad de crear mundos insólitos que nos invitan a entrar y explorar sus laberintos en un proceso creciente e incesable de evolución.
Salva Lorén (Fotógrafo)